31 enero 2018

OBRA DELGADA


Ayer
de tumbo en tumbo
Hoy
de tumba en tumba.
NICANOR PARRA

Obra gruesa, es un libro compilatorio, no congrega la totalidad ni tampoco logra reunir  todos los libros pero es una de esas antologías arbitrarias que dependen sobre todo del afecto del autor.
El escritor de tales versos dejó los números a un lado y comenzó a experimentar de la manera más personal con todos los movimientos que iba conociendo. Su primera obra, marginada y olvidada, tuvo que ver con el impacto que Tomas Lago había logrado, en un grupo de jóvenes, a través de su  poesía de la claridad. Lo irónico es que si analizamos la gran propuesta del creador de Cancionero sin nombre, esta se remite a los principales postulados que Lago inculcó en sus discípulos. Luego, vendrá la influencia del también olvidado Henri Pichette quien escribió su primer gran libro con Artaud. Pero el cuento, para no ir tan lejos, es que este señor francés fue el mismísimo hacedor de ese término Apoèmes, que terminó siendo el emblema de esa forma de supuesta escritura, del chileno, que iba contra la poesía misma.
No hay un concepto claro, pero el muchacho de San Fabián de Alico, vio, como los grandes oportunistas (Disney, Gates, Edison, etc.), la manera de trasmitir bajo un sello siempre ajeno, aquellos versos que andaba juntando; poética que pasó a ser definitiva para señalar un estilo latinoamericano de escribir o comprender la lírica frente a todo lo demás.
En un principio, el hermano de la mejor canta-autora chilena, utiliza el romance y las décimas, después mete en su saco teórico el dialectismo y el verso endecasílabo, intenta el futurismo de Maiakovski y luego le da por jugar con una especie de alter ego Martín fierresco dado más al san gilito de las carreteras que al héroe de las pampas.
El hombre en cuestión mete y saca la nariz en todo movimiento que ve y termina en los sesenta haciéndose muy amiguito de esa generación aulladora que jugó con el arte hasta más no poder. Entonces al señor de lo imaginario le dio por crear sus propios artefactos que eran una copia mediana de aquellas instalaciones que se hacían con estruendo en Francia, y así como así, fue consolidando la imagen de gran creador y subversivo.
Visto de esta forma sólo estamos ante la versión más poética de un Zelig. Su último trabajo fue irse lanza en ristre contra la prosa.
Sus mejores trabajos sin embargo, los limito a dos obras que escapan a su Obra gruesa y que yo llamaría Obra delgada. Por un lado está Hojas de Parra y por el otro, ese oxígeno puro que le metió a Shakespeare con su traducción chilenisima de Lear. El resto es ampulosa y sobrevalorada poesía ya definida por otros pero llevada hasta el extremo por el hombre que leyó a Bousoño y entendió que el chiste era uno de las creaciones más complejas, en materia de invenciones dadas a través de la palabra. No por algo en el año 83 publica esos tales Chistes para despistar.
El libro, Poemas y  antipoemas, dado a la luz en 1954, tiene una extensión de 158 páginas y contiene, en tres partes, 29 poemas, este libro lo marcaría hasta Obra gruesa, a partir del 69, el cosmológico Parra comienza a advertir que su formulita se le está convirtiendo en toda una pesadilla de fama y es cuando le da por ensayar con otras cositas: ecopoemas, chistes, sermones, artefactos, coplas y discursos, hasta llegar finalmente a la antiprosa.
A mí, a decir verdad, me gusta mucho, no voy por ahí recitando sus versos, con estar de acuerdo en esas ideas donde afirma que las mariposas parecen cortadas con tijeras, que un automóvil es una silla de ruedas, que la realidad tiende a desaparecer, que dios está en el cielo lleno de toda clase de problemas y que los poetas no tienen biografía, me basta y me sobra.
Pero hasta ahí, lo que sucede con Parra es lo mismo que sucede con las modas, con los acontecimientos relámpago, con las pequeñas sorpresas; alivian el alma, asombran, pero no son ni muy trascendentales ni muy sagradas.
Al final su antipoesía termina rompiéndose, se habita por un instante pero uno no sale de ahí desfigurado como se sale de Hölderlin, de Borges, de Rilke o de Dante. Sencillamente uno pasa de largo y sigue su vida.
Y eso es justamente lo que me enoja, porque uno quiere poesía y con Parra, suceda lo que suceda, uno termina yéndose a dormir tranquilo y bien planchado.
Y no está mal, a veces es bueno tener a un lado ese tipo de creaciones, que por supuesto, no son innovaciones, pero que de golpe lo ponen a uno a latir el corazón imaginario.
Un poeta, de todas maneras, que se dedicó a recrear versos, a jugar con las palabras castizas para resolver su humorada y que, haciéndolo, le fue bien.
Dicen que no hay muerto malo ni bebé feo, yo prefiero disfrazar, a ese muerto de Parra, de fantasma, para alejarlo más aún, de esta, la gran comedia funeraria que han montado todos los aficionados, tras su ida a charlar con los espíritus.
Ya nos veremos en la eternidad viejo Parra, para seguir dialogando. Eso, por lo menos, diría Borges.

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