29 diciembre 2016

LA POESÍA EN LENGUA ESPAÑOLA DENTRO DE LA POSTMODERNIDAD Y SUS OCHO ESPECIES DE YO POÉTICO.




Hace poco tiempo, en París, interrogado por los periodistas acerca de cómo se está defendiendo Iberoamérica de la invasión cultural de la época, Gabriel García Márquez respondió que no tenía tanto la sensación de que nos estén invadiendo, sino de que somos nosotros, los latinoamericanos, quienes estamos invadiendo culturalmente al mundo.
Gabriel García Márquez citado por William Ospina en:
La nueva cara del planeta Latino


Escribir con determinado criterio o, por lo menos, que este, se acerque a ser un argumento lúcido para comprender la poesía actual de una lengua determinada, requiere, ante todo, de un esfuerzo atento y a la vez de un estudio puntual que indague restrictivamente, sin caer en el agotamiento, sobre aquellos patrones universales que hacen posible la evolución de los rasgos poéticos en una época establecida.

O sea, aquellos rasgos, casi imperceptibles en algunas ocasiones y, muy relevantes en otras, que figuran la continuación de un arte. Tales características acordadas solamente para generar una teoría respecto a los discursos modernos que hagan posible la justificación, la intelección y la herencia, sirven en muchas ocasiones para dar forma a los discursos académicos que en últimas se encargarán de nombrar o institucionalizar, en los años consiguientes, lo más representativo, original y veraz, que, quizás, pueda convertirse en una generación, un movimiento o un fenómeno lírico.

Partiendo de esta premisa, es claro, entonces, advertir que toda poesía es moderna, y que toda poesía es a su vez vanguardista y tiende, si los principios del movimiento filosófico me lo permiten, al postmodernismo o la transgresión, la poesía busca matar a sus padres, al pasado. Por ello, cuando se habla de la poesía de una época en una lengua determinada, lo más que se hace es hablar de los ensayos y puestas en común que las voces que escriben en esa época buscan perfilar para trascender y diferenciarse de sus precursores o de la sombra tutelar de los grandes sistemas líricos que lograron un imperio, una conservación, extensión y actualización en el tiempo.

Tal es el caso de grupos poéticos o de personalidades poéticas que avasallan, globalizan y salvaguardan un credo.

En el caso del habla hispana, la poesía logró un auge de movimientos en la época histórica literaria denominada como modernidad donde se fue, colateralmente, concibiendo lo mejor de la Poesía Pura. Digo y puntualizo Poesía Pura (desde la definición de Juan ramón Jiménez), como concepto para unir y hacer comulgar todos los experimentos que vivió la poesía de la lengua española a partir del modernismo.

Sólo a través de este concepto podemos reunir estelas de fenómenos gigantescos tales como el surrealismo, el creacionismo, el decadentismo, el concretismo, el marginalismo y todos aquellos ismos que se puedan imaginar hasta, llegar a los cada vez más, conjuntos minúsculos que sirvieron también para dar identidad a generaciones en países y épocas tales como el nadaísmo, el dadaísmo o el conversacionalismo, entre muchos otros que por su lado fueron decantando experiencias que trasmitieron ímpetu, interés y moda; tal es el caso de la poesía revolucionaria, la antipoesía, la poesía urbana y tantos y tantos nombres más que oscilaron entre el experimentalismo y el convencionalismo logrando perpetuar nombres con una sonoridad inigualable, tales como Cesar Vallejo, Lezama Lima, Nicolás Gillen, Alejandra Pizarnik, Roberto Juarroz, Rafael Alberti, Ruben Bonifaz Nuño, por solo nombrar a algunos de los tantos que completarían esta constelación de inmortales.

Si de algo podemos estar seguros es que hasta la mitad del siglo XX para todos es reconocible, distinguible y hasta común la referencia ya histórica de generaciones poéticas, de nombres propios a movimientos poéticos y de la señalización de representantes trascendentales. Esto se debe a que han pasado ya más de 50 años desde que se hizo, por parte de laboriosos críticos, el ejercicio de concretar, advertir y categorizar, a través, de estudios, más extensos que este, lo que en aquellas épocas escribían los jóvenes poetas.

Los ensayos de Pessoa, Bousoño, Dámaso Alonso, Ángel Rama, León de Greif entre otros, sirvieron para que hoy, podamos rotular esa poesía vanguardista, ya no como vanguardista, sino como hoy en día se conoce, o sea, bajo el nombre propicio que se le dio a cada rasgo particular. Algunos fueron bautizados bajo el apadrinamiento de una revista, otros bajo la emoción o filosofía que pujaba entre sus letras. 

Esto y no otra cosa es lo que intentaré cuajar de algún modo propositivo en este ensayo respecto a las últimas generaciones de poetas que escriben en lengua española.



LA POESÍA POSTMODERNISTA Y LAS OCHO ESPECIES DEL YO POÉTICO





El nombre común histórico y filosófico para comenzar a dialogar sobre la poesía de todos los países de lengua española (la segunda lengua más hablada en el mundo como lengua materna), escrita después de 1970, es el postmodernismo. Si bien, este discurso que se estableció desde los 60, es el que sigue nombrando nuestra actualidad.

Hasta que, por obra y gracia de la filosofía, la cultura y la ciencia nazca un nuevo discurso de saber, no podremos referirnos, a otra época mundial, en ningún tema que se trate, sea este científico, plástico, educativo, psicológico o social, de otra manera.

Borges por añadidura casi lingüística y editorial, más que generacional, ha sido muchas veces antologado, y estudiado como un postmoderno, sin embargo, es de sobra, para todos conocido, que él mismo fue enfático y lucido al identificarse como moderno. Así mismo Cervantes y hasta el mismo Homero han sido considerados, con extravagantes discursos polifónicos, como autores postmodernos; las excentricidades no tienen límite y aunque para muchos señalar toda la poesía escrita en lengua española después de 1970 como postmodernista sea ya, también, una extravagancia, considero que la nominación no es del todo incorrecta.

Sin embargo, la poesía después de 1970 escrita en lengua española pertenece a tres continentes y a más de una docena de países con culturas y fenómenos sociales y líricos históricamente distinguibles. Esta heterogeneidad al parecer no plantea mayor problema al intentar fijar el estilo más concurrido por los poetas. Juan Ramón Jiménez llamó a la técnica de crear poemas con versos libres, poesía pura, ya que, por medio de esta práctica, el poeta podía abarcar con mayor facilidad las masas de sensibilidad que su alma quería expresar, La poesía casi mundial en la era postmoderna se inclina hacia este artilugio, la poesía en lengua española, en suma, es una poesía de verso puro donde el poema pasa a ser un recurso agónico.

Los movimientos poéticos en general y particularmente —en Hispanoamérica— han estado determinados por una constante oscilación de fuerzas antagónicas universales, a saber, que se pueden encerrar bajo una categoría de la percepción sentimental del discernimiento humano: “el primer conjunto que para el caso denominaremos aristotélico, congrega la personalidad sensible dada a la intelectualización de la lengua por medio de la estructura sintáctica psicosocial de las abstracciones; en este conjunto están los poetas que conviven con su época, que se comprometen con tendencias axiológicas y con concepciones morales y éticas, definen el poema como extensión de su expresión intelectual y como fuente de conocimiento de los hechos, para comprender la condición humana, su pulsión básica es la potencia Tanática, fuerza devastadora y cosmológica que reflexiona sobre lo perecedero y la muerte y que hace posible la configuración de hombres y mujeres entregados disciplinadamente al quehacer de la poesía observando en este arte una forma poderosa de transformación; no procuran el develamiento o la exposición, sino más bien la revolución y la innovación, están contextualizados y afincados dentro de la realidad y el saber. Por último, su poesía es muestra factible y veraz de las percepciones filosóficas que dirigen su discernimiento.

El segundo grupo se denomina, grupo platónico, está caracterizado por una visión del universo menos aturdida socialmente; la personalidad de este conjunto está establecida por una sensibilidad dada a la contemplación de la lengua por medio de la estructura sintáctica psicosocial sensitiva; en este grupo se encuentran los poetas que se mantienen al margen de su época, sin adhesiones ideológicas, sin embargo, este alejamiento no se da caprichosamente sino más bien como técnica cautelosa para resguardar las verdades trascendentales que se ocultan tras su mente reveladora, son seres impulsados por la pulsión del Eros, fuerza promotora de un constante hedonismo y de una sensación extraña de placidez asombrosa,  su percepción se encuentra entregada al sentir básico de sus individualidades emocionales, surten al mundo con oráculos y con imágenes espectaculares que enriquecen el discernimiento; definen el poema como extensión de la expresión plástica (imagen, sonido, gusto, tacto y demás) y como fuente cabalística de los acontecimientos para comprender la condición humana”[i]; estos dos conjuntos totalmente diferenciados son las fuerzas emocionales que marcan  el ritmo y la personalidad de toda la poesía en lengua española de la postmodernidad.

Este diagnóstico sirve para comprender el sentido poético, para filosofar sobre el quehacer de la poesía en el mundo hoy en día, sin embargo, cuando se busca ser más detallista sobre el quehacer hay que prescribir que la poesía en lengua española no se puede abarcar desde un título generacional, no se puede hablar de movimientos poéticos ya sea utilizando la razón social de muchos grupos de poetas o de los discursos de moda, hasta no comprender, bien, las diferencias retóricas que interiormente han movido la historia de cada país.

Para que el estudio no se torne en algo inabarcable y utópico, y tan sólo llegue hasta los linderos de la concepción liminar de un comentario crítico sobre la poesía escrita por generaciones de poetas nacidos  después de 1970, he fijado el margen de las variables líricas de todos los países a ocho especies de expresión poética, en las cuales es posible dividir el “yo lírico” cultural o geográfico de la lengua española; estas regiones poéticas sólo son una herramienta del crítico para agrupar sentires y tolerar tras una homogenización razonable lo que llevaría años y años de estudio individual:



1.   LA VISIÓN ESPAÑOLA O LA POÉTICA DE LA INCERTIDUMBRE MONUMENTAL.





En esta poesía el ser que escribe se adapta a su época por medio de una ambientación cotidiana que es transformada a partir de elementos fabulosos, el poeta incursiona en atmosferas que transforman, que cambian la realidad y le trasmiten un sentido de extrañeza. El fin es claro, lograr mostrar lo que hay en la trasparencia, en ese contexto que apabulla con tanta solemnidad y que se derrumba entre tanta divergencia de asuntos degenerativos.

El poeta europeo vive en ciudades monumentales, ciudades históricas que se derriban, que se hacen cada vez más pueblos de leyendas urbanas, que cada vez tienden en el escenario atmosferas propicias para fabular y conjugar la destrucción del mundo con la inexorable y digna ruina de la historia.

El poeta es realista, en suma, agónico y fabulador. Este caso de mixtura se ve también en el cine; una metáfora que podríamos utilizar para estos poetas es la de “El laberinto del fauno”; los poetas son esa niña que ve lo que se esconde tras las ruinas, son ese, para citar otro ejemplo del celuloide, el sacerdote de Alex de la Iglesia en “El día de la bestia” que es capaz de observar la maldad en la trasparente destrucción de la realidad.

Los poetas nacidos después de 1970 convivieron con el desastre que dejaron las dictaduras, tras la extinción del franquismo los poetas que publican en los setenta se lanzan a decir. Hay una avalancha de libertad que llena de éxtasis realista al español, la palabra le ha sido dada de nuevo para trasmitir y hacer legible los desastres de una época oscura. Quienes siguen a estos sobrevivientes, acogen ese estilo, pero no como un instrumento esencial de la libertad, sino que adjudican a la técnica realista la clave para conseguir su voz poética. La poesía de los ochenta o la bien llamada “Generación de la experiencia” se concentra en revelar situaciones poéticas realistas que aunadas a la base emocional irán dando pie a los poetas de los 90 para crear ese realismo neo fantástico, esa técnica de hablar entre las ruinas para mostrar la fábula.

Hablamos entonces de una poesía liderada por la historia política, una poesía que logró desbordarse y que poco a poco ha ido perdiendo el sentido realista de esos poetas liberados del silencio de la dictadura, hasta llegar a unos poetas muy jóvenes que influidos por el peso de las imágenes fabulosas se dieron a la tarea de la magia.

Hoy por hoy la poesía europea y sobre todo española encuentra en la incertidumbre monumental de su realidad el medio exacto para originar su propio yo poético.

El carácter referencial de la poesía española utiliza la incertidumbre monumental, la variedad histórico-social, y las ciudades llenas de monumentos y de anécdotas de guerra, y se sirve de ello para figurar laberintos existenciales, agónicos que permitan desahogar a hombres y mujeres que no logran dar con la parte del laberinto donde se encuentra la salida.

Baste con mencionar los versos de Esther Jiménez “Casi una rapsodia bohemia” para firmar esta generación:

“Empiezo a ver de noche. Los insectos
se vuelven hacia mí, van hacia mí
los pájaros nocturnos. En Madrid
hay un constante ruido de murciélagos;
sus alas no son más que sendos brazos,
me digo, pienso y digo que hasta aquí
mamífera de noche me dormí
colgada alguna vez. Y que he volado.

Confundo los abismos con las sombras:
unos me siguen y otras me suicidan.”

La poesía española de los nacidos después del 70 está invadida por presencias fantásticas y tutelares que dan sentido a la realidad y que de alguna manera la explican y la alivianan. Quizás para ser concluyentes del todo, el mejor concepto de esta generación de la incertidumbre monumental la encontramos en el poeta Eduardo García que en su poema “En el cuadro”, nos dice:

“El cuarto donde escribo mis poemas
contiene una región inconcebible.”

Estos umbrales que utiliza la nueva poesía son, no sólo una técnica homogénea en la escritura de los poetas, sino que son a la vez unos instrumentos de alianza y escape, de aventura y búsqueda, crear un portal y atravesarlo, convertir la realidad en un hecho irrefutablemente existencial hace que la nueva poesía española y europea escrita en lengua española esté radicalmente entablando una nueva manera de crear poesía que aúna el desencanto, el desarraigo, la despersonalización y por supuesto el rasgo colérico para trasmutar en nuevas fábulas, en historias plásticas la realidad maravillosa, esa incertidumbre monumental.

Por último, cabe afirmar que la poesía española no está generando ruptura con la libertad de expresión que lograron ganarse los de la generación del 70 y 80 los de la experiencia, sino que lo que viene sucediendo con los nacidos después de 1970 es, el asunto aquél de la madurez, de la agudización de un estilo que nació realista y que ahora trasmuta en un irrefrenable lirismo de incertidumbre monumental. Algunos de los representantes de esa luminaria son:

Carlos Marzal, Eduardo García, Rosa Lentini, Eugenia Rico, Josefa Parra Ramos, Lorenzo Oliván, Yolanda Castaño, Esperanza López Parada, Guadalupe Grande, Miriam Reyes, Javier Rodríguez Marcos, Graciela Baquero Lorenzo Oliván, Esther Jiménez, Lorenzo Plana y Ana merino, entre otros.

 

2.   LA PARTE ISLEÑA O LA POÉTICA DE LOS DESPLAZAMIENTOS SUSTITUTIVOS:



El caso de las islas americanas de habla hispana es muy distinto al informe europeo, allá se desencadenó un realismo fabular, que nació en el mismo corazón de aquellos que fueron libertados del valle de las sombras franquistas, de ese laberinto que los había sumido en el umbral de otra época.

En américa, en las islas, se vivía el clamor de la revolución, una guerra sin cuartel que dejó muertos a lado y lado y que al triunfar fue educando todas las generaciones posteriores. Una revolución que dejó en silencio las reuniones intelectuales de los poetas mayores, debido al ruido ensordecedor de los fusiles, en este panorama, donde antes, la mejor poesía cubana de las islas americanas lograba toque universal por medio de la revista Orígenes, y de poetas del corte de Lezama Lima o Fayad Jamis, se dio el fenómeno del entusiasmo revolucionario que comenzó con la revista el Caimán Barbudo y con los paisajistas poemas de los montunos.

El conversacionalismo y el tajosismo avasallaron el espacio poético y lo que hubo durante muchos años en cuba fue una poesía social y denunciante que abrevaba en la trova y en el exceso de crítica de los experimentos antipoéticos.

Los nacidos después de los 70 se criaron leyendo las dos caras de la moneda y esas vertientes de las que bebieron fueron suficientes para educarlos y confundirlos.

Cuba y República Dominicana, islas hijas de dictaduras y pobres soluciones de estado, se convirtieron en las inmigrantes del mundo; el fenómeno atendió a dos causas, por un lado, el mismo hecho de ser islas obligó a los isleños, a navegar, a viajar para pasar fronteras, para conocer países y por el otro lado esa ola de migración tenía el propósito de una mejor vida, de una vida más tranquila.

Así pues, los nacidos después del 70 son hombres y mujeres que crecerán en el más extraño ambiente de la confrontación global con la revolución, estos seres buscarán una resonancia que se polarizará hacia un encuentro eslabonado con la poesía pura.

Tal vanguardia, que es una recuperación de la palabra perdida establece una lectura dada a una posición ante el mundo, ante una identificación de un lenguaje ya no abarrotado de conceptos coléricos, insufribles ni ante una época donde la posición política  era un factor determinante y privilegiado de la madurez hacia lo que se consentía como ser hombre o mujer, ahora son otros los patrones que se visualizan y que promueven una espacialidad, una proyección,  la base política se hace pesada para aquel que encuentra en la palabra una ventaja expresiva, para el que supera el nudo categórico de la relación dependiente entre el suceso contextual de su sociedad y su ser, ahora los poetas escriben para demandar no el festejo de una revolución sino para examinar, evaluar y valorar con criterio las consecuencias de esos movimientos históricos que crearon una especie nueva de isleño, de ser insular. Estos jueces son ante todo unos magistrados de la palabra desasosegada, la impresión que hay en su estilo proviene de una institucionalidad de la angustia y el desamparo, de lo derruido, de lo corrompido.

Estos hijos nacidos en la guerra fría, entre los misiles y el tiempo que corroe las mejores columnas monumentales de la historia caribeña, conceden a su palabra la ventaja de pronunciar discursos de desalojamiento.

Podríamos decir que la poesía isleña es una poesía de ensordecedores silencios, que abreva en un siglo, cómo dijo don Federico Henríquez y Carvajal de conducta y de valor.

Si ante Trujillo hubo una generación de poetas sorprendidos e independientes, lo que nace con la libertada de expresión tanto en la isla de Fidel como en república dominicana será, una generación en crisis de realismo.

Es llamativo y hasta prudente el título con el que el estudio de Enriquillo Sánchez comienza: La poesía bisoña (Poesia dominicana 1960-1975). Decir que lo escrito en la actualidad pasa a ser el mero ejercicio itinerante de inexpertos ante el oficio y el arte es provocar una alarma, pero a la vez consentir una forma de nombrar o señalar para ser más exactos la forma neo-poética como se expresan estos angustiados de las islas.

Alguien que puede resumir este fenómeno lírico es Walfrido Dorta Sánchez que en su estudio: “Estaciones, estados, documentos: panorama de la poesía cubana en los ‘80 y los ’90 del siglo XX” publicado en los “Anales de Literatura Hispanoamericana (Vol. 31 (2002) 17-38), logra de manera lucida compactar en un  párrafo la evolución poética así: “la poesía cubana estuvo marcada por la paulatina derogación de la norma coloquialista, y la emergencia de otras prácticas escriturales que pluralizaron el panorama poético insular” eso y nada más que eso es lo que hay en estos inexpertos líricos que hoy por hoy dan a conocer un nuevo ser isleño.

Pero quizás sean las palabras del poeta suicida, Ángel Escobar, las que mejor definan el lirismo de las islas:

“Aquí se vive como al centro de un día
con los bordes comidos por los pájaros [...]
aquí
se duerme como en el último banco de una estación
cualquiera,
desde la que ha salido el primer
tren y el último [...]”

Los exponentes que se pueden nombrar son aquellos poetas de Diáspora(s), cuyo concepto, que bautizó un movimiento de los noventa, sería el mejor nombre para señalar la generación de estos poetas isleños: la generación diáspora. De este nido podemos nombrar: Ricardo A. Pérez, Rogelio Saunders, Rolando Sánchez Mejías, Carlos A. Aguilera, Pedro Marqués e Ismael González Castañer.



3.   LA PARTE MEXICANA O LA POÉTICA DE LA PALABRA CONJURANTE:



El nativo y el criollo del norte de centro américa, el mexicano para ser más exactos, tiende a sustentar su historia bajo un racimo de poetas fronterizos dados a la influencia de una cultura netamente cerrada entre los hispanos mexicanos y la confrontación con la barbarie de su misma evolución metropolitana. 

Tal fenómeno que promovió la privatización, el arbitrario enriquecimiento frente a la propiedad y de las empresas y que fue dado por una fila de presidentes donde vale recordar a Miguel Alemán, a Adolfo Ruiz Cortines y a Adolfo López Mateos, concentró masas de desadaptados en las grandes urbes y fue dejando un desierto de ínsulas pueblerinas en la canícula.

Pero México tiene un detalle revelador para la poesía y es el hecho de que fue uno de los países que a mediados del siglo veinte se convirtió en mecenas y protector diplomático de los grandes genios perseguidos. León Trotski, Max Aub, Leonora Carrington, Luis Buñuel, Fidel Castro, Juan Gelman, entre tantos otros, hicieron una revitalización de lo propio mexicano, de la historia propia de México siendo unos extranjeros. Este rasgo de casa de huéspedes, hizo que los poetas hasta mediados de los 50 o más se empujaran con todo y sangre y maíz y llanto a relatar el indigenismo por lo demás muy barroco pero que resucitaba un nacionalismo interesante ante la cosmopolita y metropolitana idea del progreso que se construía. 
No obstante, la llegada de Octavio Paz marca un antes y un después. Aunque hay genios tutelares que se dedicaron a la curiosidad por formas orientales y universales, fue Octavio Paz quien logró un asentamiento en la palabra digno de sabio.

“Piedra de sol” será el umbral desde donde comienza un nuevo andar para la poesía mexicana, pero me atrevería a decir que antes que la poesía experimental que hace una revolución conceptual en la expresión lirica de México, es, ante todo, el ejercicio como crítico lo que hace que Octavio Paz se convierta en ese semillero de rotundas claridades para afrontar la poética.

Ya no se trata de justificar el carácter y el deber político e histórico sino de hacer prevalecer la palabra como palabra reveladora, como magia, como arte. A eso es a lo que se dedican Octavio paz y Alí Chumacero y eso basta para que la historia de la poesía de México comience otra etapa.

Atrás quedan El ateneo, Los contemporáneos y poco después en los setenta los mismísimos Huerta, Chumacero y Paz.

Ahora la poesía se hace para conjurar, todos los nacidos después de los setenta, consiguen eslabonar el pasado en una palabra conjurante que establece un remedio para afrontar la realidad.

Petas como Claudia Posadas, Álvaro Solís, Hugo de Mendoza, Antonio Rodríguez, Iván Cruz, Rubén Márquez, Alí Calderón, Miguel Ángel Ortiz o hasta algunos muy jóvenes como Cesar Bringas o Diego Espíritu, ha establecido esa comunión entre la tradición y la transgresión. Han hecho de la palabra la herramienta que posibilita los conjuros, que posibilita esa gana endemoniada de dejar un testimonio mágico de lo que fue vivir.

El nuevo poema mexicano busca atestiguar a través de la magia que tiene la imagen poética y la imagen realista de la tradición. La nueva poesía mexicana tuvo que dolerse de esos tres fenómenos: el político, el social y el poético para poder crear a hombres que dijeran con severidad y veracidad los versos de Miguel Ángel Ortiz:

“Unos y otros
Como los hombres

Como las historias que cuentan al hombre
Y que los hombres cuentan a sus descendientes

No me dormí ni apagué la lámpara
Para decir que había vivido”



4.   LA PARTE CENTROAMERICANA O LA POÉTICA DEL RITO:





Abarca a los poetas empotrados a un fuerte origen indigenista y de herencias políticas radicales que consagran un punto entre el desamparo del éxodo; por un lado, tienen la presión mexicana como frontera y por el otro, el atestiguamiento de la migración compulsiva de los pueblos suramericanos.

Pero lo que más marca a esta región poética es su historia política de 40 años de ultraje, muertos e indiferencia.

No obstante, los movimientos son acontecimientos colaterales, reflejos automáticos que comienzan con cierta torpeza, pero con mucha entrega a desovillarse en una estética revolucionaria feminista e indigenista, con el tiempo esa mixtura decantará en un rimbombante espectáculo pandillesco que dejará por todo el territorio una expresividad repleta de rito y coraje.

Así pues, sí antes los poetas de Centroamérica tuvieron que refugiarse en México o en los países andinos, los nuevos poetas se quedan en el terruño para gritar desde adentro.

Es como si se tratara de un ajuste de cuentas, muchos de estos poetas ya no hacen un panfletario poemario al estilo de Cardenal o se provisionan con los frutos indígenas de Asturias, sino que reclaman un recolector de recuerdos para promover frente a la fogata la añoranza por lo perdido, su rito es una especie de abrazo a los fantasmas, de fuerte reconciliación con lo querido.

En este sentido la poesía centroamericana comienza a revertir y a consolidarse como algo nuevo puesto en el mundo. Poemas de la talla de Óscar Borge, Jorge Galán, Carlos Clará, Rebeca Herníquez, Eleazar Rivera, entre tantos otros conducen esa lamentación y esa invocación no por el homenaje sino por el breve reconocimiento de la herida.

No es que olviden a Salomón de la Selva, a Roque Dalton, a Pablo Antonio Cuadra, a Roberto Sosa, a Joaquín Pasos y otros, sino que se concentran en:

“derrumbar el protocolo de lo posible” como dice Óscar Borge.

La poesía de esta nueva generación hace rituales para mantenerse unida a su pasado para asentar un precedente de que no todo es del olvido.

Javier Alvarado lo dice bien en la primera parte de su poema “Enterradero de El Ciprián”: 

“En este enterradero todos tenemos epitafio
Una oscura canción que nos persigue desde el pasado hasta el presente
Como una guirnalda de pobres vegetales,
Estos muertos que me habitan a veces, que tanto cargo
Que corrijo en sus posturas, en sus gestos, en sus hábitos,
Que corren detrás de mí como el niño tras el llanto amargo del agua
Se van navegando junto a mi sangre
Como se va escapando el invierno en su fragata.”

Son una generación que tendrá nombre propio, historia, un nicho temporal que se amarrará a la historia y que será la conciencia más honda de ese aprisco de pueblos.



5.   LA PARTE TROPICAL O LA POÉTICA DE LA RESTITUCIÓN:



Abarca a Colombia y Venezuela, los cuales tienen como eje temático común el avasallamiento de las generaciones desencantadas y experimentales que promovieron una voz clara de sonoridades latinas de lo tropical.

Estos dos países más que ser la entrada a Sur américa son dos fenómenos geográficos asombrosos debido a su heterogénea reunión de selva, altiplano, cordillera, llano, nieves perpetuas, mares, lagos, arrecifes, manglares y demás. Sin embargo, lo que más perturba en estas regiones es la canícula, el avasallamiento de un clima sin estaciones que forja una atmosfera de tórridos enjambres gaseosos donde el agua y el aire logran el espejismo de una cultura demasiado tiranizada, demasiado vigorosa, demasiado explosiva y demasiado mística.

En ella algunos de los movimientos marginales, transgresores y vanguardistas comenzaron su oleada.  Balleneros y nadaistas, promulgaron una guerra simbólica contra la cultura de turno y logaron la explosión experimental de formas cotidianistas y comunes para que la poesía se convirtiera en algo más urbano, más popular y de más fácil acceso. 

La disolvencia o el desvanecimiento de estos grupos poéticos dejó en consternación el horizonte poético y los poetas de barrio y clases media y baja comenzaron a sentirse huérfanos de un ideal. Esto hizo que la poesía en turno se viera obligada a conciliar al padre perdido con los abuelos maternos.

La poesía comenzó un fuerte proceso de mutación que dejaba en claro la preocupación por una estética tradicional que pudiera coquetear con la vanguardia evolucionaria de los poetas insurrectos de los cincuenta y los sesenta.

El experimento dio resultado y la orfandad produjo un desarraigo de formas innovadoras que fueron consolidando voces. La poesía volvió al antro hierático de los salones de bohemia y la poesía recuperó su imagen marcial frente al arte. Sin embargo, la poesía de los setenta monopolizó los ambientes liricos y se enseñoreó de haber salvado de quien sabe que agua mala a la poesía misma.

Las nuevas generaciones han estado al borde de esa marginalidad poética que ya no tiene que ver con el bien escribir sino con el buen relacionarse.

La poesía de los últimos años no obstante ha vuelto a emerger entre la juventud de una manera que tiñe movimientos y formas y su búsqueda extraviada por una autenticidad deja en claro voces completamente originales y personales que van en busca de una consolidación.

A diferencia de las otras geografías los poetas de esta región pudieron nacer sin el horror y se criaron bajo la tecnología; constituyen un ciclo de eslabonamiento entre la guerra y “la otra guerra” ya que su adolescencia se nutre de los conflictos que se ven acelerados de manera abrumadora en sus países.

Así la poesía de los auténticos extraviados restituye un credo: el arte por el arte.

Poetas tales como: Andrea Cote, Fadir Delgado, Alejandra Lerma, Oriette D’Angelo, Henry Alexander Gómez, Hellman Pardo, Zeuxis Vargas, Iván Cruz, Francisco Catalano, Luis Perozo Cervantes, consolidan un grito de imágenes nuevas, de dar valor a la pureza del verso en la comunión que debe tener con la imagen.

Los poetas del trópico restituyen la forma establecida del verso puro y categorizan la familiaridad de la imagen como una plástica que puede dar nombre a lo asombroso y a la propia biografía.

Oriette D’Angelo define esta generación de esta forma:

“porque dicen que del polvo nacen las estrellas
y somos polvo
somos eso
que se esconde en la ranura
en la rendija”

La poesía de la restitución es una auténtica apuesta por lo extraviado.




6.    LA PARTE ANDINA O LA POÉTICA DE LA LENTITUD MELODIOSA.



Anclada en los poetas ecuatorianos, peruanos y bolivianos; se define como una poesía de fuerte herencia campesina e indígena que promueve situaciones de lenguaje pausado y de influencia poética pura.

La juventud de la cordillera de los Andes es una juventud arraigada al mantenimiento y respeto de sus ancestros, no obstante, los jóvenes poetas se han nutrido de las vanguardias.

Y aunque trazan experimentos sintácticos, formales y estructurales en el poema como forma y como expresión, el clamor de palabras antiguas y lugares sagrados los atiborra y los define. No pueden dejar de lado su entorno repleto de sonoridades indígenas, las lenguas, chibcha, quechua, aymara y demás se alternan a una legua española contemporánea llena de modismos donde el mestizaje del lenguaje hace que la poesía detone en mil colores. El color abunda en estas musicalidades, hay sinestesia en la palabra andina.

Los nuevos poetas tienen una deuda y un luto con Blanca Varela, con Juan Gonzalo Rose, con Jorge Eduardo Eielson, con Jorgenrique Adoum, con Ana María Iza, con Rubén Astudillo, con Óscar Cerruto, Jaime Saenz, Edmundo Camargo y Blanca Wiethüchter entre otros que se adelantaron y consiguieron una voz inédita y voluminosa.

Por ello, en su afán de desmembramiento y autonomía la poesía escrita por los nacidos a partir de los años 70 reformulará las tendencias y sin irrespetar el legado contraerá nupcias con el canto y lentitud, con el color y la sangre.

Poetas como Carla Badillo, Santiago Vizcaino, Xavier Oquendo, Sandra De la Torre, Yuliana Ortiz Ruano, Mónica Velásquez Guzmán, Oscar Gutiérrez Peña, Benjamín Chávez, Paura Rodríguez Leytón, Pamela Romano, Nilton Santiago, Javier Manuel Rivera, July Solís, Lady Paredes, entre otros transita por eso linderos de densa melodía.

La mejor forma para reconocer este oficio de los bardos postmodernos andinos es citando algunos ejemplos:

Niltón Santiago a pesar de su intento por mezclar el mundo moderno con su corazón lo único que llega a revelar es el signo de una independencia dada a una poesía que murmura el son de los conjuros ancestrales:

“la libertad y la belleza y la dignidad se remanguen los pantalones y crucen las aguas cristalinas de todos los amaneceres para traernos a la cama un puñado de sueños recién horneados”.

Lo chamánico y lo la inocencia de esa cosmovisión que empotra en su pecho el indígena está claramente en toda la poesía de los bolivianos, baste citar este poema completo de Gabriel Chávez:

“Una rendija

 Y tomando barro de la acequia
el niño formó cinco pajarillos cuando nadie lo veía.

Se alisó entonces el cabello que le cubría la frente
tomó aire
sopló suavemente sobre ellos

y echaron a volar.”

Los poetas de la zona andina ven en la poesía un ente mágico al que se aferran con todas sus fuerzas para crear o destruir, en algunas ocasiones, hasta para quedar vacíos, quien más puede definir este atributo innovador de la nueva poesía de la parte andina es quizás Xavier Oquendo con este inmejorable poema:

De cómo el poema está prostituido por el poeta que no quiere escribir, pero escribe.

Sí. Ha vuelto.
Ha vuelto a pasar por aquí́
la pura zorra del poema,
la perversa que aguarda en los caminos.

Ha vuelto el hilo de su halo de misterio.
Ella que es tan zorra como el sol cuando se enfría.

Ha regresado a que se le oiga animal.
A que se le huela con respeto.

La zorra pasa y deja ese verbo y esa garra
y enseña la intención de sus encías.

Quiere estar como la noche: tan firme como
inmóvil.

Me prostituye la zorra.

Y no me da ni para el tabaco.”



7.    LA PARTE PATAGÓNICA O LA POÉTICA ALTERNANTE DE LA IMAGINERÍA.



Reconocida por la poesía de los países de Uruguay, Paraguay, Chile y Argentina los cuales se ven influidos por las más variadas lecturas postmodernas y por la fuerte tendencia del realismo delirante.

De más está decir que el cono sur nunca se ha sentido parte de las historias comunes de américa, salvo la independencia y ciertos roces entre San Martín y Bolívar o de uno que otro pase gol, la historia del cono ha sido la de una isla repleta de inmigrantes que poco a poco se fueron haciendo dueños de todo a su alrededor.

De hecho, estos países han vivido las más violentas guerras internas de dictadura y genocidio. De hecho, estos países que hablan un español demasiado ajeno, demasiado extranjero, han creado sus propias mitologías y sus propias formas de escritura que han dado plumas magistrales y universales. La sombra de Pablo Neruda, Nicanor parra, Jorge Teillier, Roberto Bolaño, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Juan Gelman, Alejandra Pizarnik, juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Armonía Somers, Augusto Roa Bastos, Elvio Romero, entre otros son una constelación que brilla con luz propia e independiente del resto de américa.

Este hecho circunstancial al devenir de toda la literatura mundial ha creado una sombra espesísima para que los nuevos escritores logren algo original, sin embargo, hay ese algo original. Los poetas que escriben hoy en día lo hacen con el furor de iniciar otro universo, de olvidar y de dejar claro que dicha constelación ya debe clausurarse.

Por eso son de una fuerte expresión delirante, su quehacer se hace con fuegos explosivos donde lo alternante busca un cambio rotundo frente a la tradición.

El tono de los poetas busca tender un puente hacia aquella tierra inhóspita que cultivaron con demencia, Saer, Fogwill, Laiseca y Piglia, si estos literatos habían logrado separarse de sus mentores en la narrativa, la poesía también tenía una esperanza.

Lo que encontraron los nuevos poetas del cono fue un universo compensatorio.

Tras trabajar con denuedo en técnicas postmodernistas: concretismo, objetivismo, hiper-realismo, fractalismo, entre otras encontraron que no había otra forma de hacer poesía que no fuera alucinando, que no fuera teniendo el cerebro encendido en delirios para poder develar aquello escondido, para quitar la transparencia a las cosas. Muchos lo han logrado.

Hablar de, por ejemplo, Tamym Maulen, Oscar Saavedra, Ramón Oróstegui, Javier Bello, Cristina Saavedra, Felipe Eugenio Poblete, Romina Cazón, Martín Armada, Claudio Archubi, Juan Arabia, Alejandra Mendez, Riccardo Castellani, Daniel Umpiérrez, Christian Kent, Lía Colombino, Camila Recalde, Giovanna Arzamendia, Edu Barreto, entre otros, es hablar de unos poetas, que han venido construyendo esa voz que abrirá seguramente nuevos caminos.

Ellos son un grupo de jóvenes talentos que han dejado en el nicho ritual al padre y se han dedicado a crecer, con delirio, alternado el hambre por la sangre o como dice Javier Bello:

“De todos los que comen de esta mesa
el único que vive de su fuego es el padre.
Yo no sé de donde vienen estas piedras
ni tampoco conozco a quien las trajo,
pero aquí las comemos, pero aquí las mascamos.”



8.    LA PARTE AFRICANA O LA POÉTICA DEL CLAMOR.





A diferencia de los países americanos y del antiquísimo país español o de las islas caribeñas que tuvieron que afrontar crisis de identidad nacional en el epicentro mismo de sus dictaduras tras sus independencias y sus malos gobiernos el país africano era hasta la mitad del siglo veinte todavía una colonia española, algo increíble ya que las últimas colonias de gran Bretaña, Francia y Holanda apenas si lograban sobrevivir a la arremetida de las últimas independencias. Esta dilatación por parte de una España que ya comenzaba a pronunciarse fuertemente contra el Franquismo es un fenómeno que condujo a Guinea ecuatorial a un profundo analfabetismo.

No hay un registro poético claro que logre una sistematización de la producía que pudo existir en aquel país frente a su poesía debido a que toda ella era un acontecimiento que tenía que ver más con la tradición oral que con la tradición escrita.

Sólo hasta mediados del siglo veinte, guinea ecuatorial comienza su iniciación literaria. Es a partir de los años 50 cuando se puede hablar de una historia literaria, en este sentido, la evolución apenas si logra la centuria.

No podemos hablar de vanguardias sino de construcción de una poética nacional, de una búsqueda de identidad, hasta mediados de los 90 la poesía en Guinea ecuatorial seguía siendo de corte fundamentalmente romántica ya que se inclinaba hacia el furor de la libertad alcanzada, hacia el revolucionario intento de inscribir una identidad, de hacer una patria.

Poetas de la talla de Ciriaco Bokesa, Donato Ndongo Bidyogo el más ardiente de ese clamor, junto a Mbare Ngom (quien no es de precisamente de Guinea, pero que se ha convertido en gran estudioso de dicha poesía), Raquel Ilombe del Pozo Epita, Justo BolekiaBoleká, Francisco Zamora Loboch, Recaredo Silebo Boturu entre otro pequeño puñado de vehementes y entusiastas poetas lograron apuntalar la voz que mezclaba romanticismo, costumbrismo, modernismo y vanguardia en un solo clamor poético.

Esto es lo que sucede cuando naciones esclavizadas y subyugadas a mitologías y culturas ajenas romper con la tiranía y comienzan su mayoría de edad en un mundo totalmente nuevo, desconocido y ajeno. El desarrollo se hace instantáneo, la metamorfosis es explosiva. Algo así debieron sentir los románticos americanos.

Ser criollo, estudiar y acceder a ciertos privilegios no hace ni logra, lo que puede una revolución independista, cuando esta se da, toda la nación independizada, parece sacudirse de un largo y milenario sopor pegado a los párpados de la lucidez y entonces, la evolución se acelera de manera ingobernable hacia todas las regiones transparentes que habían sido escondidas por la sombra del yugo.

Por eso la poesía de guinea ecuatorial es singularmente prolífica en un registro que más que llamativo es crucial para entender las singularidades de las evoluciones modernas de países que, en pleno siglo xx, lograron su libertad.

De esa nostalgia hablan todos los poemas de los poetas, pero es quizá en los versos de Juan Balboa Boneke donde se esclarece esa obsesión consumada de las generaciones, posteriores a la independencia, por alcanzar un grito definitivo y que a pesar de ser tan nuevas no dejen de parecerse al primer registro escrito del que se tiene noticia. La novela de Leoncio Evita es el primer libro escrito por autor guineano y si observamos bien, todo el tímido develamiento de una libertad atrapada entre las venas no hace más que desbandarse en furor en sus posteriores compañeros de literatura.

En un poema de Juan Balboa Boneke se puede ver esa herencia de lo que sería la poesía escrita de Guinea ecuatorial:

“Si muero lejos de ella
os lo suplico
no me inhuméis en tierra;
dejadme en el jardín,
junto a las flores,
donde pueda evaporarme
y cabalgar libre
sobre la brisa
y cruzar el tiempo
y el espacio
y volver al regazo de mi amada.”

Poemas como los de Donato Ndongo Bidyogo estaban repletos de ese clamor, “Cantico”, por ejemplo, empieza con un reproche fuerte de raza:

“Yo no quiero ser poeta
para cantar a África.
Yo no quiero ser poeta
para glosar lo negro.
Yo no quiero ser poeta así.”

Los poetas de los 80 y los 90 son poetas nacidos en los 40, 50 y 60 se convierten definitivamente en los escuderos de una voz nacional que deja en claro el trazo del sendero que tendrán que andar los nuevos poetas nacidos en los 70, 80 y 90.

La poesía contemporánea de guinea ecuatorial en este sentido logra fundar un estilo postmoderno sin igual, es anacrónica en suma y funda un tiempo revelador sin duda.

Silebo Boturu, 1979. Francisco Ballovera Estrada, 1981. Nanay Menemol, 1969. Liki Loribo, 1975, son apenas algunos de los exponentes de esa nueva ola de clamor que ya está logrando un giro copernicano hacia un estilo más universal de ver la realidad de un país independizado que ahora busca que el mundo lo vea, se fije en él, que sepa que existe, dejar ya a un lado el grito independista y la furia ante el pasado.

Si los padres de la literatura de Guinea como Donato Ndongo Bidyogo expresan:

 “Los escritores guineanos son, ante todo, seres humanos, ciudadanos con su propio grado de percepción de la realidad. No todos sentimos las mismas cosas, ni reaccionamos de la misma manera ante los retos de la existencia. Como el dicho, «cada uno cuenta la feria según le va». Nos une la raza, la Patria, la «guineanidad» de la que hablaba Ocha ́a, pero cada cual piensa y actúa según su ideología, que, muchas veces, no es sino la «ideología del estómago»”, entonces, es válido creer que la escritura de guinea debe luchar por ser oída en otras latitudes.

Así lo deja entrever Cesar A. Mba Abogo cuando manifiesta con nostalgia:

"Estamos en África, hablamos español en un continente donde ningún otro país lo habla, tenemos una historia muy compleja con España, hemos sufrido experiencias muy dramáticas en nuestra historia y la gente no conoce a Guinea Ecuatorial".

Es hora de que la poesía de este país no sea una isla.



APÉNDICE: LA PARTE CHICANA O LA POÉTICA DE LA HIBRIDACIÓN





Por último, es necesario exponer un fenómeno creciente que en los últimos años ha venido llamando la atención de los sociólogos debido a su propiedad de acontecimiento evolutivo cultural que comienza a precisar niveles gregarios y políticos propios.

La migración, antes detonada por los exilios se ha transformado en un fenómeno que no sólo se da con fuerza poblacional en Estados Unidos sino en muchos países europeos, la migración de los americanos que hablan lengua española ha enriquecido la globalización y como dice William Ospina, en su libro “Los nuevos centros de la esfera”:

“esa presencia nuestra en el mundo es más inmediatamente perceptible en la muchedumbre de rostros mestizos que llenan las ciudades de los Estados Unidos, en los chícanos de Los Ángeles, en los restaurantes de comida mexicana o peruana o cubana que abundan en Nueva York y en Miami, en los conjuntos de música andina que tocan en los pasillos del metro de París, en esos barcos anclados en el Támesis, no lejos del Big Ben, donde enjambres de colombianos incorregibles toman aguardiente y oyen canciones de despecho, en el hecho de que las cadenas de televisión con más audiencia en los Estados Unidos son las llamadas cadenas hispanas.

Ello se debe por igual a que cada vez hay más emigrantes latinoamericanos, y también a que el proceso de intercomunicación planetaria favorece, necesariamente, a quienes tienen más cosas por mostrar y por decir, y la diversidad cultural latinoamericana es una de las más notables, aunque todavía no de las más conocidas, del mundo.”

El argumento del ensayista colombiano es contundente, la presencia de los latinoamericanos en el mundo es apabullante y ha logrado un sinnúmero de sub culturas que son estudiadas por europeos y por norteamericanos con entusiasmo y también, es necesario decirlo, con preocupación.

Al margen de los estudios sociológicos, me ocuparé de exponer un grupo de esa migración que por su búsqueda de identidad me parece interesante, no sólo ha creado un estilo de vida singular, sino que, a partir, de ese estilo híbrido, donde logró fundir el español con el inglés, ha construido y producido una poesía íntima que habla de la migración como hecho, como realidad poética y sentida.

En algunos años se podría hablar de un nuevo yo poético que aquí vislumbro como: la parte chicana o la poética de la hibridación.

Los chicaos son una población de inmigrantes que han venido asentándose al sur de los Estados Unidos desde los años sesenta con gran éxito. Hoy en día son reconocidos como chicanos y su cultura es un hibrido entre los gustos estadounidenses y los gustos latinoamericanos.

El fenómeno no paso en vano en la mitad del siglo XX, en los años setenta grupos de investigadores se percataron de la fuerza de la expresión de ese grupo de inmigrantes y comenzaron a dar a conocer lo que tenían. De los libros más nombrados, dos son las antologías y un estudio los que vale nombrar ya que han sacado a la luz la poesía chicana:  El espejo / The Mirror (1969 y 1972) y Festival de Flor y Canto: An Anthology of Chicano Literature (1976) y el estudio de Cordelia Candelaria: “Chicano Poetry”.

Poetas como Sabine R. Ulibarrí, Alberto Baltazar Urista Heredia, Rodolfo ‘Corky’ González, Abelardo Delgado, Javier Gálvez, José Montoya, Sergio Elizondo, Pat Mora, Ricardo Sánchez, Ana Castillo entre otros, llamaron la atención particularmente de Fernando García Núñez de la universidad de Texas en El Paso, quien ha venido promoviendo con breves antologías la historia poética de esta población.

No obstante, ¿qué es lo que se está escribiendo actualmente?, ¿qué es lo que están produciendo los jóvenes chicanos? Por un lado, podemos concluir que la poesía chicana actual se basa, sobre todo, en la elaboración de un discurso de identidad y de precisión frente a su estabilidad como cultura, pero también es claro advertir el recurso híbrido donde los chicanos han promovido la mezcla de las lenguas como forma particular de expresión.

Entre los nuevos podemos nombrar a Rafael Jesús González, Tino Villanueva, Lucha Corpi, Ricardo Aguilar, entre otros, que han generado un cambio poético frente al expresado y definido fenómeno poético de los sesenta y setenta denominado como la poesía de «el movimiento».

Quizás toda la poesía chicana actual busca la solución que el poema de Tino Villanueva expresa, quizás ese sea su destino para dejar la herencia, para promulgar una nueva voz:

Inquietud
(Delaware Park, Buffalo, N.Y.)

En mi mundo
habrá un cambio de estación según el viento,
porque
han caído —en su silencio— unas hojas
de este árbol.
Precisamente en este tiempo
me inquieta el pasearme por un parque;
me inquieta ser partícipe en un
tiempo que cuajará en un mañana—en un
mañana que llegará en ráfagas filtrándose
por las ramas del universo, y
por las arrugas de mi frente.
El sol aquí ya no calienta como ayer;
mi árbol tiene frío hasta las raíces,
y según el viento, habrá un desenlace
en cualquier momento.”


Zeuxis Vargas
29 de diciembre 2016






[i] Extracto mi libro inédito “Los murmullos de la intimidad: una mirada reveladora a la poesía en Colombia.” Capítulo: “un oráculo trastornado por la soledad: la modulación indiferente de los anunciantes

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